jueves, 3 de noviembre de 2011

Día 9, Nokogiriyama y la fiesta en Shibuya (Parte II)

¡Por fin esta aquí la continuación de la parte I del día 9!

De repente comenzó a sonar por la megafonía del templo un inquietante villancico de navidad (lo cual nos dejo un tanto descolocados) que anunciaba a los visitantes que el templo iba a cerrar. Vamos, que era como un aviso para que la gente fuese saliendo. Además, entre que para esa hora ya no quedaba nadie en el templo y la oscuridad que había, ya que los árboles no dejaban pasar la luz, la situación era más propia de la película “Battle Royale” que de otra cosa. Finalmente llegamos hasta el teleférico, pero antes de montarnos tuvimos tiempo de hacer unas fotos a la puesta de sol y al Monte Fuji, que se veía a lo lejos entre las nubes.


Cogimos el teleférico para bajar del monte Nokogiri y a la salida del mismo nos ofrecieron comprar por 1000 yenes una foto de recuerdo que previamente nos habían hecho al subir, para que veáis lo “poco turístico” que es el sitio.


Para cuando llegamos abajo ya había anochecido, y nuestra idea para volver hasta el hostal consistía en coger el tren que bordeaba todo el canal de Uraga y que nos llevase directamente hasta Tokyo. Sin embargo, como Hamakanaya es un pueblo pequeño, no está constantemente comunicado por tren, sino que hay uno cada hora más o menos. Al llegar a la estación preguntamos a una señora que hablaba inglés y nos recomendó volver a coger el ferry hasta Kurihama y desde allí el tren hasta Tokyo, ya que el tren desde Hamakanaya no iba directo a Tokyo y había que hacer algún transbordo en Chiba.

Decidimos seguir su consejo, pero el tiempo jugaba en nuestra contra y el ferry salía en 5 minutos, así que emulando la vuelta a casa corriendo desde Shibuya hasta el Ace Inn, nos echamos una buena carrera para poder coger el ferry. Y menos mal, de lo contrario habríamos tenido que espera casi 60 minutos.

Nos subimos al barco y esta vez, en vez de ir en cubierta sacando fotos, nos quedamos en los sofás de dentro durmiendo durante todo el trayecto. Al llegar al puerto de Kurihama había un autobús esperando para llevar a la gente del barco a la estación de trenes, así que no tuvimos que andar el par de kilómetros que separan el puerto y la estación.

 
Una vez en la estación, tuvimos la suerte de coger un tren que llevaba directo hasta Shinagawa. El viaje fue un poco largo pero al menos no tuvimos que estar pendientes de en que parada nos teníamos que bajar para cambiar de tren. A continuación cogimos el metro, compramos algo para cenar y llegamos al hostal hacia las 9 de la noche.

El plan para la noche era ir de fiesta con Take (si no sabéis quien es, click aquí), que nos había dicho que podíamos salir con el como el jueves, pero finalmente se tuvo que quedar a trabajar en la recepción del hostal, así que no teníamos ni idea de por donde salir. Las opciones eran volver a repetir Roppongi y el New Lex Tokyo, avisando previamente a Vitaly Korol (click en el enlace de más arriba) para que nos pasase por lista y no pagar así los 4000 yenes de la entrada o probar la noche de Shibuya, de la cual también teníamos buenas referencias, pero ninguna idea sobre a que discoteca ir.

Cenamos, nos duchamos y nos preparamos y salimos del hostal hacia las 11 de la noche, aun sin ningún destino fijo. Fruto de nuestra indecisión, en pleno andén del metro decidimos echarlo a cara o cruz para decidir a dónde ir. Cara, Roppongi. Cruz, Shibuya. Moneda al aire y… ¡cara! No preguntéis por qué, pero terminamos yendo a Shibuya.

Lo primero que hicimos al llegar fue buscar el 7/11 de rigor para comprar algo para beber, y a continuación nos dirigimos hacia la estatua de Hachiko, que es donde se reúne toda la gente joven, para ir metiéndonos en ambiente. La verdad es que por momentos la situación iba siendo cada vez más triste. El tiempo pasaba, la gente se iba marchando del lugar hacia los bares, nosotros seguíamos bebiendo nuestras cervezas y poco faltó para que hasta la estatua del perro Hachiko echase a andar y se marchase también.

Sin embargo, en ese momento la noche dio un giro de 180º. Ibon dijo que necesitaba ir al baño, y como cada vez que Ibon se ausenta, pasó algo interesante. Para cuando volvió, nos encontró hablando con un japonés que  nos estaba diciendo a ver si queríamos que nos llevase a un bar que conocía. Como es lógico pensábamos que se trataba de un relaciones públicas que quería llevarnos al bar en el que trabajaba, así que empezamos pasando un poco del tema. Fue entonces cuando se lo preguntamos y nos dijo que no trabajaba para ningún bar, que simplemente había salido de fiesta con sus amigos pero se habían ido todos a casa y que el quería seguir la fiesta con alguien. Imaginaros la situación justo al revés. Estáis de fiesta en vuestra ciudad pero vuestros amigos se van a casa, así que como vosotros no os queréis marchar, os unís a un grupo de 3 japoneses para seguir la fiesta. Surrealista, ¿no? Con esto volvimos a comprobar que el mito de que los japoneses son cerrados es mentira, al menos en la gente joven.

Como para entonces ya eran más de las 12 y la noche por nuestra cuenta no prometía gran cosa, decidimos jugárnosla e ir con el japonés, que se llamaba Ryu y que, dicho sea de paso, tenía un cierto aire a Miki Nadal (lo comprobareis en alguna foto de más abajo). Nos pusimos en marcha y nos comenzó a llevar al bar que nos había dicho, aunque empezamos a desconfiar un poco en el momento en el que pasamos por segunda o tercera vez por el mismo sitio. La verdad es que daba la sensación de que nos estuviese como intentando desorientar. Para colmo, seguidamente entramos a una zona en la que la gente no tenía muy buena pinta (gente rara con cochazos y hasta mujeres de vida alegre) e incluso nos miraban raro. Estuvimos a punto de decirle que nos dábamos media vuelta, pero decidimos seguir jugándonos la única carta que nos quedaba aquella noche. 


Finalmente llegamos frente a un edificio y Ryu nos dijo que el bar estaba allí dentro. Como ya hemos comentado en otras entradas, la falta de espacio en la superficie hace que se abran comercios y restaurantes en las diferentes plantas de los edificios, pero aquel edificio parecía totalmente residencial. Entramos al ascensor, pulsó el segundo piso, se abrieron las puertas y… ¡la jugada nos había salido bien! Estábamos dentro de un bar en el que, como nos había dicho, no nos iban a cobrar nada por entrar e iba a haber buena música. La verdad es que el bar parecía más una casa reconvertida en bar que otra cosa, pero sinceramente estaba muy bien montado.

La situación al entrar fue similar a la del New Lex, todo el mundo muy amable, chocándonos la mano, acercándose a hablarnos y algunos preguntándonos nuevamente si éramos de algún grupo de música. Al final decidimos inventarnos un nombre y decirles que si, que dábamos conciertos y tal y cual.


Conocimos a un montón de gente, pero como apunte para los que tengáis pensado ir a Japón, no hagáis como nosotros. Nos presentaron a dos amigas y tal y como se hace en España, le plantamos dos besos en la cara a la primera de ellas cuando nos dijo su nombre. Bien, la cara de la otra amiga fue de shock absoluto, poco le faltó para coger el móvil y llamar a la policía. Así que ya sabéis, un apretón de manos o una ligera reverencia con la cabeza y vais listos, que si no se asustan.

Tras un par de horas muy agradables en aquel bar, y después de haber hablado con bastante gente del mismo, conocimos a Joe y a su hermana Yuki, que nos dijeron a ver si queríamos ir a un bar diferente con ellos. Como ya habíamos pasado mucho rato allí, decidimos acompañarles. No estaba demasiado lejos, pero por el camino encontramos una tienda Don Quijote y no pudimos evitar sacarnos unas fotos con sus curiosos productos una vez más.


Finalmente llegamos hasta el bar. Se llamaba Rockaholic y nada más entrar nos dimos cuenta de que el sitio prometía. Pósters por todos los lados de grupos que nos gustan como The Used, Green Day y My Chemical Romance y en la barra, “request sheets” para que apuntases cualquier canción, le dieses el papel al camarero y la añadiese a la lista de reproducción. Si no la tenían en el ordenador, la buscaban en youtube y listo. Una idea realmente buena para que suene exactamente lo que la gente que está en el bar quiere.


Después de un rato en el bar, y como en los 9 días que llevábamos en Tokyo aun no habíamos probado el famosísimo Sake japonés, decidimos pedirnos 3 chupitos para comprobar si era tan fuerte como se decía. En ese mismo momento tuvimos otra prueba de la seguridad que hay en Japón (o al menos en Tokyo) y la certeza que tiene la gente de que nadie te va a robar nada. Si lo de las bicis sin candar en la calle os pareció sorprendente, aquí va esto: la barra del bar estaba llena de cámaras de fotos, móviles y carteras de la gente que estaba bailando por el bar, y de las sillas colgaban bolsos y chaquetas como si nada. Y nosotros en los bares de España más pendientes de que nadie te meta la mano al bolsillo para robarte algo que de bailar y disfrutar…


Tras más de tres horas disfrutando del ambiente del bar, del buen rollo de la gente y de canciones de grupos como Lostprophets, Oasis, Jet, etc, etc… (por decir algunos), bajaron el volumen de la música, iluminaron un poco el interior del bar y uno de los camareros se puso a soltar un discurso del cual, obviamente, no entendíamos nada pero al que todo el mundo prestó atención. De vez en cuando hacía alguna referencia hacia nosotros, ya que nos señalaba y nos sonreía, pero seguíamos sin saber de que iba el tema. Y menos aun cuando nos dimos cuenta de que la mayoría de chicas que le estaban escuchando estaban llorando.

Fue entonces cuando entre los tres nos empezamos a montar películas de lo que podía estar pasando. Las posibilidades iban desde que dejaba el bar hasta que le habían detectado alguna enfermedad y le habían dado 2 semanas de vida, pasando por que se mudaba de ciudad y no les iba a volver a ver nunca más. Sin embargo, como no terminábamos de verlo claro, decidimos preguntarle a Yuki a ver que estaba pasando, a lo que ella nos respondió diciendo que era el cumpleaños del camarero y que por eso todos estaban emocionados y lloraban. Nosotros, lógicamente, flipando.

El speech se alargó durante fácil media hora, y al final encendieron del todo las luces, quitaron la música y la gente salió del bar. Sin embargo nadie se fue a casa, sino que todos se quedaron fuera esperando a que saliese el camarero para felicitarle. Nosotros no íbamos a ser menos, así que nos quedamos allí con Joe y con Yuki para felicitarle, a lo que el nos respondió dándonos una y otra vez las gracias por haber estado esa noche en el bar.

Pablo y Gorka con Tatsuya (el del cumpleaños)

La noche (aunque para entonces llevaba siendo de día un buen rato) parecía llegar a su fin, pero comprobamos que la gente seguía sin moverse del lugar. Preguntamos nuevamente a Joe y Yuki a ver por que nadie se iba ya a sus casas y nos dijeron que era porque después de las felicitaciones era costumbre ir todos juntos a desayunar. No nos podíamos creer todo aquello que estaba pasando, pero aun y todo les preguntamos a ver si podíamos ir con ellos o si era algo un poco mas “íntimo” y solo iban los más conocidos, a lo que nos respondieron que no había ningún problema en que fuésemos a desayunar con ellos. Así que eso es lo que hicimos. Que mejor para terminar la noche (o empezar el día) que desayunar un buen bol de arroz con carne (elegido en una máquina parecida a las de tabaco) acompañado de sopa, de té y de unas 20 personas más directamente salidas del Rockaholic.

Para terminar la noche (esta vez si), nos fuimos todos juntos a un Purikura, uno de los pasatiempos más populares entre la gente joven en Japón junto con el Karaoke. Es algo así como un fotomatón que después de hacerte unas cuantas fotos con más gente te permite retocarlas añadiendo infinidad de accesorios, dibujos y textos para después imprimirlas.


Después de hacer las fotos volvimos hasta el cruce de Shibuya, donde nos despedimos de Joe y Yuki y cogimos el metro hasta nuestro hostal, al que llegamos hacia las 9 de la mañana.

 Próximamente subiremos una nueva entrada contando no solo el siguiente día, sino la sorprendente continuación desde el momento en el que llegamos al hostal.

PD: Para quien le interese, pulsando aquí podeis acceder a la entrada que publicaron los del bar comentando la noche y la celebración de cumpleaños de Tatsuya.

4 comentarios:

  1. skdjsakdjaslkdjal que envidiaa!
    oye my fuerte lo del ryu ese hahah es clavado a miki!
    Cuando vaya yo a japon vamos aquí de fijo
    muy jarta la entrada

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  2. estoy de acuerdo con Yara, el tio es clavao a miki O.O y el bar es guapisimo!!!! ya estoy deseando de leer la continuacion de la entrada haha es intrigante!

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  3. Yo ire este junio pa ya!!! Cual es la manera más fácil para llegar a Rockaholic?

    Saludos,
    Sergio

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    1. En esta entrada aparece un mapa de como llegar. Obviamente no es el recorrido mas corto pero se ve claramente donde esta situado

      http://www.dvstokyo.net/2012/04/rockaholic-merece-la-pena.html

      Que suerte, nosotros estamos trabajando para poder ir en Junio también, pero va a ser bastante duro

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