El sábado amanecimos relativamente temprano y totalmente descansados gracias a los revitalizantes efectos del Onsen de Odaiba, lo cual nos permitió afrontar con bastante entusiasmo la excursión a Nokogiriyama, donde se encuentra el Buddha más grande de Japón. Sin embargo, lo que prometía ser una excursión prácticamente desconocida tanto para turistas como para locales (dada la poca información que habíamos encontrado sobre ello y lo que relataban algunos blogs de internet), resultó ser casi como una “peregrinación”, dada la cantidad de gente que encontramos allí. Comentaremos esto más detalladamente durante el resto de la entrada.
Hacia las 08:30 de la mañana salimos del hostal para coger el metro que nos llevase hasta Shinjuku. Una vez allí comenzaba lo complicado. Debíamos coger una serie de metros y trenes que nos llevasen, primero, hasta el pueblo costero de Kurihama para, desde allí, coger un ferry que nos llevase al otro lado del canal de Uraga, hasta la pequeña aldea de Hamakanaya. (No nos enrollaremos dando demasiados detalles sobre los trenes que hay que coger y los transbordos que hay que hacer, ya que tenemos previsto hacer unas entradas explicativas proporcionando toda esta información, así como los precios de los viajes).
Si no podeís esperar a esas entradas, siempre podeís analizar este sencillo plano de los trenes |
Para nuestra fortuna, aunque contra todo pronóstico teniendo en cuenta los transbordos que había que hacer, conseguimos llegar hasta Kurihama sin perdernos. El único percance fue que Pablo no tenía suficiente dinero en su tarjeta Suica y no podía salir de la estación de tren. Tras pensarnos un rato si marcharnos o dejarle los 160 yenes que le faltaban para poder salir, accedimos a dejarle el dinero y que nos acompañase.
Así pues, tras echar un vistazo al mapa para seguir sin perdernos, comenzamos a andar en dirección al puerto, donde teníamos que coger el ferry. La suerte siguió de nuestro lado, ya que el ferry sale cada hora y llegamos al puerto unos 5 minutos antes de que partiese, así que sin perder tiempo, nos dirigimos a las taquillas y compramos tres billetes de ida. El viaje duraba unos 30 minutos, y como hacía un tiempo realmente bueno nos quedamos en la cubierta para poder hacer fotos y contemplar las vistas.
Al llegar a Hamakanaya comenzó la verdadera aventura. Sabíamos que para subir al monte Nokogiri había un teleférico que llevaba directamente hasta la cima, pero como no nos gustan las soluciones fáciles, decidimos subir andando y de paso hacer un poco de ejercicio.
Tras atravesar el pueblo, llegamos a un punto en el que se terminaba la pista de cemento y comenzaba el camino de tierra y barro que conducía hacia el bosque. Afortunadamente el día anterior había hecho buen tiempo y el suelo estaba totalmente seco. Cabe decir que aunque no es un camino extremadamente duro, si es más exigente que la Ruta del Daibutsu en Kamakura.
Tras alrededor de una hora andando nos encontramos de frente con las imponentes y características paredes de piedra del monte Nokogiri. Estas paredes nos son naturales, sino que en la antigüedad existió una cantera en dicha montaña y toda la extracción de piedra que se llevó a cabo hizo que las paredes quedaran de esta forma. Es bastante curioso observarlas, ya que, en algunas de ellas, por momentos da la sensación de tener delante algo similar a un edificio con balcones.
A partir de ese lugar, el camino se convirtió en infinidad de escaleras, a cada cual más vertical, así que no tardamos demasiado en llegar a la cima. Allí había un mirador desde el que se podían contemplar unas espectaculares vistas de todo el canal de Uraga y de toda la costa. A lo lejos se veía el puente colgante de Yokohama, y agudizando mucho la vista, hasta se podía ver la silueta del Tokyo Sky Tree, que se encontraba nada más y nada menos que a 65 kilómetros.
Como para cuando llegamos a dicho mirador ya eran cerca de las 2 y media del mediodía, decidimos sentarnos en los bancos que había y comer allí mismo. Y qué mejor que comer un buen jamón ibérico con pan (realmente eran unos bollos de leche, no fuimos capaces de encontrar pan normal) mientras contemplábamos esas vistas. Sobra decir con que cara nos miraban los japoneses que se acercaban hasta el mirador, como diciendo: jodidos gaijins! ¬¬
Después de comer decidimos continuar el camino para ir hasta donde llegaba toda la gente que subía en el teleférico, a la cual podíamos ver desde el mirador y parecía no estar a más de 100 metros. Lo extraño fue que desde el mirador solo había un camino (a parte del camino por el que habíamos subido), que justamente iba en dirección contraria al teleférico. Lo tomamos, aunque para ese momento ya íbamos con la mosca detrás de la oreja. Cada minuto que pasaba, más nos alejábamos de nuestro destino. Además, nos parecía raro que durante la subida a la cima no nos hubiésemos encontrado con ninguna de las esculturas y figuras que habíamos visto en Internet.
Así pues, tras unos 20 minutos andando, llegamos a otro mirador en el que había una familia japonesa con un mapa. Afortunadamente sabían inglés, y les preguntamos cómo se llegaba hasta el teleférico. Nos dijeron que ellos también estaban intentando llegar allí, pero que se temían que el camino en el que estábamos no estuviera unido con el otro. El hombre sacó el móvil para comprobarlo y, efectivamente, así fue. En resumen, que si queríamos ver el gran Buddha debíamos desandar el camino que habíamos hecho hasta la cima y subir en el teleférico. Para colmo, el tiempo se nos empezaba a echar encima.
Bajamos hasta Hamakanaya todo lo rápido que pudimos y nos dirigimos directamente hacía el teleférico, al cual llegamos un poco antes de las 5 de la tarde. Aun sabiendo que no nos iba a dar tiempo a ver todas las cosas que había en la cima (la última hora para bajar era a las 6), decidimos que ya que estábamos allí teníamos que subir, y eso hicimos.
Para nuestra sorpresa, al llegar arriba comprobamos que había que pagar para entrar en el templo en el que estaba el Buddha y todas las demás figuras. La verdad es que toda la información que teníamos sobre Nokogiriyama la habíamos obtenido de un blog en el que lo ponían como un lugar “remoto”, perdido en el monte, con pocos turistas… es más, en ningún momento se decía nada sobre el teleférico ni sobre que a la entrada hubiese que pagar. ¡Hasta se podía subir en coche! Estos detalles (pasados por alto en ese blog) convierten al lugar en cualquier cosa menos en algo remoto y perdido en el monte como nos habían hecho creer.
Aun con la pequeña decepción que nos habíamos llevado comenzamos a andar por el templo para poder ver el mayor número de cosas posibles. Lo primero que nos encontramos fue el “Hundred-shaku Kannon”, un enorme Buddha esculpido en una inmensa pared de piedra. No hemos encontrado por ningún lado la altura que tiene, pero comparándolo con la nuestra en las fotos, puede tener fácilmente unos 12-15 metros de alto.
Tras un rato observándolo y hacer unas fotos, nos dirigimos al espectacular mirador “Peering into Hell”. Se trata de un acantilado del cual sobresale una roca gigante a la que se puede acceder. Para entonces eran ya casi las 6 de la tarde y las vistas que se podían observar desde allí arriba con el sol poniéndose eran simplemente espectaculares.
En los próximos días, la segunda parte de la entrada!
Guau... que buena pinta tiene. Muy buena entrada y muy buena la idea de poner más adelante información sobre precios e itinerarios.
ResponderEliminarMuchas gracias.
Sobre el Hyakushau Kannon, tal como dice el nombre, es un Kannon de 100 shaku.
ResponderEliminarEl shaku es una unidad de longitud utilizada antiguamente en Japón.
Después de la Edad Meiji, cuando se empezó a utilizar la métrica internacional se dijo que 10 Shaku equivalían a unos 3,03 metros, asi que basándonos en el nombre, 100 shaku serian unos 30,3 metros aproximadamente.
Saludos y a seguir así!! ^_^